Capítulo 12 - Sentido

Cuando mi pie roza el suelo, un escalofrío recorre mi espalda. La última vez que estuve aquí, casi me desmayo. Decenas de imágenes inundan mi cabeza y cierro los ojos para evitar fijarme en ellas. Mikel me coge de la mano y la aprieta hasta dejarme los nudillos blancos. A lo lejos veo a unos hombres con cámaras y micrófonos que sentados, hablan animadamente. Uno de ellos se fija en nosotros y les hace señales a los demás para que nos miren. Mientras nos hacen fotos, una chica se acerca a nosotros con Max junto a ella.
-Chicos, ella es Isabella -la presenta Max.
-Solo Bela, gracias -me ofrece la mano y yo la acepto, después hace lo con Mikel -Bueno, yo seré vuestra representante, si hacéis y decís lo que yo os pida, todo saldrá bien y no tendremos problemas con ellos -dice con simpatía señalando hacia los asientos donde los hombres nos hacen fotos
-Vale, entonces ¿quienes son ellos?
-Son los reporteros de otros lugares… mmm… mágicos, donde también viven ángeles -me responde.
-¿Hay más lugares? -pregunta Mikel.
-Si; Están… Germinia, Lancus, Andehf, Ehcfúo, Uraisin… Todos esos lugares están habitados por ángeles -responde.
-¿Tú eres un ángel? -pregunto mirándola.
-Si, yo vengo del este de Cailund, vivo allí con mi familia. Pero, no hemos venido a hablar sobre mi, sino sobre vosotros. Empecemos por… Ariadna. Por favor, ven con los demás periodistas para poder hacerte las preguntas -me  arrastra lejos de Mikel y de Max, y veo cómo se quedan hablando. Mikel parece preocupado, y Max intenta convencerle. -Bueno, empecemos con las preguntas - para cuando me doy cuenta, estoy rodeada de gente que me tiende micrófonos y libretas. La entrevista se me hace muy larga, e insoportable. Apenas me dejan respirar entre pregunta y pregunta. Cuándo llevo más de mínimo dos horas respondiendo a las preguntas, Mikel se acerca, me coje de la mano y me aparta de la, aún más numerosa, multitud.
-Tranquila, ya nos vamos -dice cogiéndome fuerte de la mano. Impulsandonos, despegamos del suelo, y nos dirigimos al parque principal de Cailund. Nos sentamos en un banco que está situado entre dos árboles llenos de hojas blancas - Son unos pesados -se queja.
-Si.
-Bueno, pero ya se ha acabado.
-Si -suspiro- Por cierto, la prueba para el trabajo supongo que se ha quedado apartada, me pregunto si les extrañaría que no apareciese.
-Bueno, si quieres podemos bajar -me ofrece.
-No, prefiero quedarme aquí, fuera del peligro -asiente con la cabeza. En La Tierra, todo sería muy incómodo, además, ya estoy  acostumbrada a volar y a no usar tanto las piernas. También necesito entrenar, y allí abajo, no creo que encuentre algo que me ayude.
-¿Qué quieres hacer? -me pregunta.
-Descansar, estoy cansada.
-Si. Estos días han sido duros. No me puedo creer que nos esté pasando esto a nosotros, sobre todo a tí. Es como si el mundo nos hubiese cogido manía. Me llamarás exagerado, pero parecemos gafes.
-Exagerado -digo riendo entre dientes.
-Pues es verdad. Es injusto. Malditos oscuros, que se metan en sus asuntos y que nos dejen de una vez en paz. No les hemos hecho nada, y esta vez tenemos razón. No hay motivo para que los oscuros y los fieles volvamos a juntarnos. Por algo repartieron las tierras. Y ahora resulta que los oscuros se están infiltrando en nuestra tierra.
-Ellos tendrán sus motivos, aunque no veo por qué intentar luchar, saben que somos más -me pongo de pie- Aunque su líder tiene fuerza, piénsalo, la fuerza oscura es utilizada para hacer el mal, y cuanto peor se use más fuerza tiene, y lo que estamos haciendo es provocarles. Si mi madre no estuviera ahí, no tendrían que venir.
-Eso es una locura, Ariadna.
-¿No lo ves, Mikel? Están a punto de arrasar con nosotros. Mi madre es un pequeño punto de atención. Mientras nosotros decidimos qué hacer con ella, ellos planean cómo destruirnos, porque, ¿cuál ha sido el objetivo de los oscuros?
-Conquistar las tierras de nosotros, los fieles…
-¡Exacto! -empiezo a caminar haciendo círculos- Tenemos que avisar a los reyes. Puede que no estemos en lo cierto, pero tenemos que avisar. Vamos, ¿a qué esperas? -Se
levanta de un salto y no dirigimos al Olimpo. Miro hacia el cielo, está nublado. Parece que va a llover. Veo a dos amigas a unos metros de nosotros, están al resguardo de un paraguas blanco. Miro hacia delante y veo el Olimpo. Volamos más rápido y cuando estamos abriendo la puerta, empieza a llover. Cuando abro la puerta del enorme edificio veo a Zeus sentado en su habitual sitio, en el centro del semicírculo donde están colocados los aposentos de los reyes. La habitación es bastante grande, no como un campo de fútbol, pero quizá más grande que uno de baloncesto. Allá donde miro, veo pilares esculpidos a mano, son de color tierra, pero tierra clara. En el techo, hay un ancho tragaluz, por donde hoy no entra mucha luz, solo el repetitivo sonido de las gotas de agua contra el cristal. Las paredes están repletas de cuadros, la mayoría de la familia de la familia de la realeza. Cierro la puerta detrás de nosotros y nos dirigimos a lo aposentos de Zeus. Andamos encima de una alfombra larga y roja, que destaca sobre el suelo de color del mármol.
-Zeus -digo tranquila- tenemos sospechas sobre los oscuros. Son un poco precipitadas, pero son posibles.
-Os escucho -dice girándose del todo hacia nosotros.
-Creemos que las madre de Ariadna es solo un punto de distracción -explica Mikel.
-Que mientras nosotros le prestamos atención a ella, ellos planean cómo destruirnos -termino yo.
-Si, podría ser. Pero en este momento hay cinco hombres vigilando a tu madre. También estamos quince hombres debatiendo sobre su futuro. No os preocupéis de momento, todo está controlado, además, hay 300 hombres más preparados para atacar.
-Eso no es suficiente, recuerda que cuanto peor sea la jugada, más fuerza tiene el poder de los oscuros.
-Tranquila, también poseemos unidades aéreas entrenadas y ejércitos de tierra.
-Pero no entiendes que eso no es suficiente. Somos más, si, pero ellos son más poderosos. Nos aniquilaran si no hacemos nada. Tenemos que atacar antes; si no terminará con nosotros.
-Ariadna, no seas tan exagerada. Y se acabó la discusión. Yo soy el rey, y yo decido qué hacer. Y si yo digo que no vamos ha hacer nada, es que no vamos ha hacer nada. No tienen motivos para atacar…
-No, salvo conquistar nuestras tierras.
-¡Silencio! -retumban las paredes- No van a atacar, firmamos un legado de paz ¿recuerdas? Si ellos atacan nosotros también lo haremos.
-Será tarde -respondo.
-Quítate este tema de la cabeza, Ariadna. No va ha pasar nada, y además, eres la princesa, habrá gente dispuesta a morir para protegerte.

-Es eso lo que me preocupa, que la gente muera por mi culpa. Estoy dispuesta a morir yo, pero que nadie muera por mí. No quiero a nadie que me proteja. Sé cuidar de mi misma, y no permitiré que los oscuros vengan aquí, con o sin tu ayuda -exploto. Estoy harta de que nadie me escuche, ni me haga caso. “Eres la princesa, habrá gente dispuesta a morir para protegerte” No sabe lo que valgo. No sabe que sé cuidar de mi misma, no sabe nada de mí. Salgo del edificio y cierro la puerta con un golpe. Estoy harta de que me subestimen siempre. Puedo cuidarme yo sola, no necesito un guardaespaldas. No pienso dejar que la gente muera por mi culpa. Claro, como soy la princesa hay gente para protegerme, pero, ¿y los habitantes de Cailund? Morirían todos o casi todos. La gente huiría, y atraparían a muchos, como la última vez que hubo una guerra. No prevén lo que va a pasar. Van a atacar, y nos van a atacar cuando no lo esperemos. Me giro y me dirijo al centro de entrenamiento.

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